Como si no quisiera desprenderse de la última bocanada de aire que le da la vida, se podría decir que esta es la última hoja del otoño en caer, como cual vivienda aferrándose a unos precios todavía por las nubes sabiendo su destino final.
Nos ha llamado la atención cómo en un árbol plagado de hojas en verano, al final siempre hay una que es la última en caer, este símil puede ayudarnos a comprender cómo al final, la Naturaleza pone a cada uno, tarde o temprano, dónde debe estar. De este modo el estado natural de los precios de las viviendas en esta época en la que vivimos (el otoño) no podrán sobrevivir aguantando a unos precios todavía altos, así que si esta vivienda quiere venderse terminará por caer cual hoja caduca.
Todos sabemos que después del otoño viene el invierno, pues esto es lo que nos toca vivir ahora, un invierno plagado de reformas, subidas de impuestos, bajadas de salarios, mucho paro y ajustes, ajustes y más ajustes. Un período de tiempo algo frío para los que no han sabido o no han podido guardar leña y si los que podrían repartirla ahora (los Bancos) no facilitan su acceso, el invierno se hará más largo y pesado, sucumbiendo algunos por el camino.
El resfriado está asegurado.
Pero no todo es sombrío y lúgubre, siempre nos queda la esperanza de que después del invierno viene la primavera, de esta forma y con las temperaturas más altas (creación de empleo), el hielo empezará a derretirse y el calorcito aparecerá (el crédito). Las hojas y las flores empezarán a florecer, así como el consumo y por consiguiente los precios de la vivienda.
Así es señores, ciclos económicos que se repiten año tras año y de los cuales no aprendemos. Es muy fácil ser optimista en períodos de crecimiento y pesimista en períodos de recesión, aprendamos de nuestros errores y enseñémoselo a nuestros hijos.
Por cierto ahí va esa imagen:
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